jueves, 22 de enero de 2015

Thomas Huckemann Benfey.

Quisiera contarles la vida de algunos sacerdotes ejemplares. Comenzaré por uno que está vivo y es muy querido por nosotros y sus fieles: el P. Thomas Huckemann Benfey. Es natural de Maguncia, Alemania. Nació en 1959, después de la segunda guerra mundial, y ha padecido todo lo que esa situación lleva consigo. Maduró en el sacrificio.
Le gusta el latín y otros idiomas. Siendo niño aprendió la lengua latina porq
ue había que hacerlo. El está en Cañete desde 1983. Recibió la ordenación sacerdotal en 1985, en Alemania. Cuenta que se hizo sacerdote porque era lo mejor para él en la tierra. Quiso venir al Perú porque corría el riesgo de aburrirse allá. Antes de venir, Mons. Luis Sánchez-Moreno, le dijo que si quería tomar leche en Cañete, debía de traer su vaca. Estuvo preocupado de cómo iba a meter una vaca en el avión. No se esperaba que un obispo le hiciera esta clase de bromas.
Le conocí cuando nos celebró su primera Misa en el Seminario Menor de Cañete, nos dijo que había dejado amigos y amigas en Alemania para ser sacerdote y trabajar de misionero en Perú. Le encargaron la parroquia de San Luis y Cerro Azul; pasó 20 años en esos lugares.
El tenía la mentalidad de que todos los peruanos son católicos y viven su fe, por eso a los jóvenes que encontraba en el parque, delante de la iglesia, los llevaba al confesonario. Comenzaba la Misa en punto, aunque algunos fieles llegaban cuando el P. Thomas estaba terminando de celebrarla; y ellos le exigían que celebrara “su” Misa que habían encargado. Tuvo que aprender a esperar, media hora por lo menos. Poco a poco se fue “acriollando”, conociendo mejor a su gente; ahora es más latino que muchos.
Tiene la costumbre de visitar las familias, especialmente el día de sus aniversarios –aunque algunos de los interesados no se acuerden-; le invitan torta u otro pastel; eso, muchas veces, le sirve de cena. Pudo llegar a bromear a sus queridos fieles morenos, de muchas maneras; les decía que para tomar café sólo tenían que poner el dedo en la taza de agua, y les pudo llamar “negros”, sin que se ofendan.
Cada tarde se baña en la playa, también en invierno. Después de saborear las aguas saladas, se colocaba el traje talar y atiende a su gente.
El piensa que los peruanos tenemos la misma inteligencia y capacidad que los alemanes y que podemos hacer las cosas materiales que ellos hacen. Prueba de ello es que levantaron el templo de San Luis solamente con la colaboración de los fieles, haciendo actividades locales.
Me enseñó latín y música desde 1989, en Lunahuaná. Cada noche y cada mañana, también en invierno, se bañaba en la piscina, sin mojarse la cabeza. Es un sacerdote dinámico, trabajador, deseoso de contagiar sus ilusiones. Nos decía que era posible aprender cada día 10 palabras latinas y que al cabo del año serían muchas. No le faltaba razón. Él sabe varios idiomas. Ha trabajado mucho para conseguir que los sacerdotes nativos sepan latín. Es un hombre erudito y humilde; si algo no sabe, lo dice con sencillez.
Colabora con el Obispo para conseguir recursos materiales para nuestra Prelatura. Prepara el viaje episcopal hacia Alemania cada cierto tiempo. Trabaja mucho y hace trabajar mucho también al Señor Obispo. Ha publicado muchos catecismos, la Hoja Dominical para ayudar a vivir mejor la Santa Misa; da trabajo a muchas personas. Ahorra todo lo que puede. No se queda con el dinero; sabe desprenderse siempre de él. Últimamente se ha puesto a competir con los recicladores. Atiende por la mañana en la curia, y por la tarde en la parroquia, y por la noche el hospital. Predica en el Seminario y también da clases. Continuamente se esmera en poner orden material a sus cosas. Cada verano organiza en su parroquia una pequeña misión y le llama “La visita de la Virgen”. Ha enseñado a sus fieles a colaborar con la parroquia. En fin, tiene muchas ganas de ser santo y no le importa lo que cueste.
P. Leoncio Córdova Vega