Rony Campos (51) se moría de miedo. Unas semanas atrás todavía era un mocoso de 14 años que iba al colegio y que por las noches se reunía a bailar festejo con sus amigos en “La Guay” de Pueblo Libre. Pero en ese momento, un día de octubre de 1978, estaba en la explanada de la histórica Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, México, muy lejos de casa, acompañado de algunos de esos mismos amigos y de su padre, Ronaldo Campos de la Colina, a punto de participar en un evento llamado Festival Internacional Cervantino, ante miles de personas que esperaban verlos tocar y bailar. Y él y sus amigos –el hijo de Lucila Campos, los hijos de Abelardo Vásquez, entre otros– se estaban muriendo de miedo.
Rony dice que después de ese momento le han pasado muchas cosas en la vida.
Ha viajado a muchos otros países y ha actuado ante muchas otras audiencias. Pero el miedo que lo embargó antes de aquella presentación es algo que difícilmente olvidará. No olvidará que antes de salir don Ronaldo reunió a los músicos y bailarines en el camerino y les dijo que ya eran hombres y que no se preocuparan porque estaban listos para hacer lo suyo. Que sacó una botella de tequila de no se sabe dónde y sirvió pequeñas copas a todos, incluyendo a los menores de edad. No olvidará que después de ese trago se sintió mejor. Que salió a darlo todo. Y que cuando acabaron de tocar sus festejos, afros y landós, los mexicanos los aplaudieron de pie. Rony todavía se emociona al recordar que esas miles de personas les gritaban “¡Otra! ¡Otra!”. Y que de la mano de su padre y los demás, agradeció el cariño con una venia, la cara empapada por las lágrimas.
México fue su bautizo. Nueve años antes, en 1969, don Ronaldo, junto con Lalo Izquierdo, Víctor Padilla, Rodolfo Arteaga, Lucila Campos y otros grandes artistas, había fundado una agrupación que con el tiempo se convertiría en el referente más importante del folclore afroperuano del país.
Durante nueve años, Rony se preparó para el día en que tuviera la oportunidad de ser parte de ese conjunto maravilloso. En 1978 la oportunidad llegó. Y desde ese día se convirtió en el heredero de una estirpe, una de las más destacadas dentro de esa nobleza de la música afroperuana en la que también figuran apellidos como los Vásquez y los Ballumbrosio.
Una familia asociada a un nombre que hoy es una prestigiosa institución.
Perú Negro.
El origen
El viernes 16 y el sábado 17 de octubre, Rony Campos y los suyos se detendrán a recordar. Han pasado 45 años desde la fundación de Perú Negro y los Campos lo celebrarán por todo lo alto.
Han elegido un escenario inmejorable: el Teatro Municipal, donde no actuaban desde hace dos décadas. Será un espectáculo distinto a todos los que han hecho en el pasado. Eder, el hijo mayor de Rony, ha tomado a su cargo la dirección artística del grupo y quiere llevarla hacia nuevos ámbitos. Baile y música, sí, pero también teatro, también performance. Con una historia que otorgue contexto al espectáculo. En este caso, la historia de los inicios.
De cómo empezó todo.
Perú Negro nació el día en que el dueño de El Chalán, un recordado restaurante de Limatambo, al que solía caer Chabuca Granda y buena parte de la intelectualidad bohemia de los sesenta, le pidió a Ronaldo Campos que armara un ballet musical para su establecimiento y este reunió a un grupo de amigos y familiares que dominaban los ritmos negros a la perfección. Al poco tiempo, Chabuca se los llevó como representantes peruanos al Festival Iberoamericano de la Danza y la Canción, en Buenos Aires, que ganaron y donde fueron ovacionados. Aquella fue la mejor carta de presentación para hacerse conocidos dentro del Perú.
Los setenta fueron años de cal y arena.
El gobierno de Velasco los patrocinó –los instaló en una casa-taller con sueldo y presupuesto para sus espectáculos– hasta que fue depuesto, en 1975. Poco después, el magnate pesquero Luis Banchero Rossi se convirtió en su mecenas, hasta el día en que fue asesinado. En 1978 fueron contratados por un empresario para una gira por Venezuela, pero después de solo dos fechas el contratista desapareció y los dejó a su suerte, sin plata para pagar el hotel ni comprar los pasajes de regreso. Se quedaron seis meses varados, hasta que la embajada los ayudó a volver.
Varios miembros importantes, como “Lalo” Izquierdo y Eusebio Sirio “Pititi”, prefirieron quedarse. Al regresar, don Ronaldo tuvo que rearmar el grupo. Fue entonces que Rony y sus amigos entraron. Eran la generación del relevo. Y en los años siguientes, serían el motor que haría avanzar al colectivo.
Negros del mundo
Hay un video en Youtube con un contrapunto de zapateos. Están Rony, 'Lalo' Izquierdo y Gilberto Bramón. Es de 1998, en un teatro de Estocolmo. Los zapateadores hacen lo suyo y el público sueco los celebra, encantado. Rony recuerda esa presentación. Fue parte de una gira de dos meses y medio que los llevó por varios países de Europa.
Dice que la empresaria que los contrató les hizo pasar malos ratos –hubo días en que tuvieron que dormir en estaciones de tren– pero que, al margen de las penurias, fue un viaje increíble, en el que actuaron ante audiencias para las que resultaba toda una sorpresa enterarse de que un país supuestamente poblado solo por indígenas llegaban esos descendientes de africanos a mover las caderas con tanta sabrosura.
Lo mejor de ser parte de Perú Negro ha sido viajar, dice Rony. Conocer otras culturas, aprender de ellas. En un viaje a Martinica conocieron el djembe, ese tambor africano que las tribus golpeaban antes, después e, incluso, en medio de las batallas. Los Campos lo trajeron al Perú y ahora lo usan en todas sus presentaciones.
En 2002 fueron invitados a un festival de danzas de afrodescendientes en Chicago. Compartieron una semana con colectivos musicales de Zambia y Senegal. Fue increíble pasar días enteros tocando y bailando juntos, tanto las canciones propias como las de los otros artistas. Repitieron la experiencia en los dos años siguientes. Estos encuentros con culturas tan diferentes pero con las que tenían, a la vez, tantas cosas en común, los inspiraron a componer un afro llamado “Danza África” en el que las coreografías del folclore afroperuano se combinan con pasos aprendidos de las danzas del continente negro.
Herencia musical
Una mañana de inicios de 2001,
Ronaldo Campos se enteró por la televisión de la muerte de su viejo amigo Abelardo Vásquez. Don Ronaldo llevaba 15 años con dos bypasses y padecía de hipertensión. Esa noche, luego de pasar por el velorio, sufrió un derrame. El golpe había sido demasiado. Estuvo tres meses en el hospital y otros tres meses en casa.
Un día que estaba con Rony y con su mujer, Mónica Dueñas, cantante del grupo, les cogió las manos a ambos y los miró a los ojos. Para ese momento ya no podía hablar pero Rony dice que con solo la mirada, y con la energía con que los tenía cogidos, su padre les expresó mucho. Él cree que les dijo: “Perú Negro. No se olviden nunca de Perú Negro”. Poco después, murió.
Rony no se ha olvidado nunca de Perú Negro. Lleva 14 años como su director y todo el tiempo se esfuerza por que el prestigio ganado en estas cuatro décadas y media de existencia se mantenga al tope.
Desde que Eder asumió la dirección artística, Rony le da cada vez más espacio, pero sigue siendo el líder. Lo está preparando, como su padre lo preparó a él.
En el show que presentarán en el Teatro Municipal, que tiene momentos de “actuación”, Rony, con una peluca corta, rizada y blanca, interpretará a don Ronaldo, mientras que, a su turno, Eder lo interpretará a él. Será una representación no solo de los inicios del grupo sino, también, de la transmisión de una herencia. La continuidad de un linaje musical aplaudido y respetado dentro y fuera del país.
Escribe:
Óscar Miranda
Perú Negro. 45 años
Viernes 16 y sábado 17
8.00 pm
Teatro Municipal
Entradas en Teleticket de Wong y Metro.